Esto es estética: la vocación de cuidar más allá de la piel

Esto es estética: la vocación de cuidar más allá de la piel

Publicado 03 nov. 2025 por Pilar Ramos Ortiz

Hay quien todavía no entiende qué hace una esteticista.
Pero quienes viven esta profesión saben que detrás de cada tratamiento hay mucho más que una técnica: hay escucha, empatía y una entrega silenciosa que transforma.

La inspiración para escribir este artículo nació tras ver un vídeo de Pilar Gaudí, directora de los centros Nina Merli de Granada, en el que expresaba con emoción lo que significa ser esteticista hoy.
En su mensaje decía:

“No solo hacemos cejas, manicuras o maquillamos antes de una boda. Nuestra profesión no cabe en una lista, porque no es un trabajo cualquiera. Es una vocación.”

Esa frase resume lo que tantas profesionales sienten y rara vez expresan.
Ser esteticista hoy no significa aplicar protocolos, sino entender el lenguaje de la piel y acompañar a las personas en su bienestar físico y emocional.

Más que belleza: confianza, salud y escucha

La estética profesional ha evolucionado hacia un enfoque integral.
Cada vez más esteticistas se forman en dermocosmética, aparatología o bienestar holístico, pero lo esencial sigue siendo el mismo gesto: el contacto humano.

Una esteticista no solo mejora la piel; devuelve confianza, escucha sin juzgar y crea espacios donde las personas se sienten cuidadas y comprendidas.
En una época de estrés constante y de prisas, su trabajo es también un acto de pausa y presencia.

El reto de la profesionalización

El sector vive un momento de cambio. La formación, la innovación y la especialización son cada vez más necesarias.
Hoy, las profesionales de la estética deben ser también gestoras, comunicadoras y embajadoras de su marca.
Equilibrar técnica, empatía y negocio es un desafío que exige constancia, actualización y propósito.

Pero el corazón de la profesión sigue intacto: la pasión por cuidar.

Inspiradas por el mensaje de Pilar Gaudí, quisimos conocer más sobre el presente y el futuro de la profesión.

 

Vida Estética: Pilar, el mensaje sobre la vocación estética ha conectado con miles de profesionales. ¿Qué significa para ti ser esteticista hoy?

Pilar Gaudí: Para mí, ser esteticista es una forma de estar en el mundo.

Después de más de veinticinco años entre camillas, diagnósticos, aprendizaje y muchas conversaciones en voz baja, estoy convencida de que esta profesión es una mezcla honesta de vocación, conocimiento y sensibilidad.
Es tener el privilegio de acompañar a otras personas en momentos importantes, en sus logros, en sus inseguridades... o simplemente en su necesidad de volver a sentirse ellas mismas.

Quienes nos dedicamos a este sector sabemos que no se trata solo de aplicar productos o repetir protocolos. Esta profesión se vive con los pies firmes en la realidad, pero con el corazón muy atento a lo que no siempre se dice en voz alta. Aunque desde fuera solo se vea una limpieza facial o un masaje, quienes estamos dentro sabemos que trabajamos con lo invisible: autoestima, confianza, dignidad...

Muchas veces, el centro de estética se convierte en ese primer lugar seguro al que acudimos cuando algo dentro de nosotras deja de brillar. Y estar ahí con respeto, con ternura, sin juicios ni promesas vacías, es lo que, para mí, da verdadero sentido a esta profesión.

VE. ¿Crees que el sector está viviendo un cambio en la forma de entender la belleza y el cuidado?

PG: Sí, lo estamos viviendo. Y aunque todavía es lento y tiene contradicciones, parece un cambio esperanzador.

Durante mucho tiempo se ha confundido el cuidado con la corrección, y la belleza con una lista de requisitos imposibles: sin arrugas, sin celulitis, sin flacidez y prácticamente casi sin emociones humanas. Pero, por suerte, esa idea está empezando a cambiar. Hoy, cada vez más personas (profesionales y clientas) estamos entendiendo que la estética no va de borrar, sino de acompañar. Que envejecer no es un error y que lo que deja huella también cuenta como belleza.

La belleza está dejando de ser un molde y se está convirtiendo en un espejo más sincero. Uno que no te grita lo que te falta, sino que te susurra que mereces cuidarte y sentirte bien. Que cuidarse no es rendir cuentas a ningún canon, sino reconciliarse con una misma.

Y eso implica tratar a las personas con sensatez, con delicadeza, con manos que escuchan y con la voluntad de no convertir cada rostro en un tutorial de Instagram. Porque cuando entiendes que tu trabajo no es cambiar a nadie, sino acompañarla, cambian muchas cosas. Cambia el enfoque, la técnica... hasta el ambiente del centro se transforma.

Así que sí, el sector está cambiando. Y menos mal. Ya era hora de dejar de querer fabricar muñecas perfectas y empezar a cuidar lo más importante de todo: personas reales. Con historia. Con memoria. Con rostro propio.

VE. ¿Qué valor crees que las esteticistas aportan a la sociedad más allá del resultado visible?

PG: Más de lo que muchos imaginan. Porque aunque nuestro trabajo parezca estar centrado únicamente en lo estético, lo que hacemos va mucho más allá del espejo. Lo visible suele ser solo la superficie del lago.

Las esteticistas creamos espacios donde las personas paran, respiran y pueden soltar por un momento el cansancio, las inseguridades, las exigencias imposibles. Cuidamos sin juzgar, escuchamos con respeto y, a veces, aunque nadie lo diga en voz alta, sostenemos emocionalmente a alguien que solo necesitaba ser cuidada un rato.

Aportamos presencia, constancia, manos entrenadas y esa intuición que te dice cuándo hablar y cuándo simplemente estar ahí. Y eso, en esta sociedad acelerada y exigente, es mucho.

No se enseña en ningún curso, pero con los años aprendemos a detectar señales de agotamiento, de tristeza o de descuido. No solo en la piel, sino en la mirada, en el tono de voz, en los silencios. Y desde ese lugar, nuestro trabajo se vuelve más profundo: una forma de acompañar, de cuidar con dignidad, de recordarle a alguien que merece atención, no por cómo se ve… sino por todo lo que es.

No arreglamos personas, no prometemos milagros, no vendemos cuerpos perfectos. Pero aportamos algo valioso y escaso: una forma de cuidado que combina conocimiento, empatía y ternura. Y eso, aunque no se vea en una foto del “antes y después”, se nota.

VE: ¿Qué consejo darías a las nuevas generaciones de esteticistas que están empezando en el sector?

PG: Les diría lo mismo que me diría a mí misma si pudiera volver 25 años atrás:
Que no tengan prisa por saberlo todo, ni por gustarle a todo el mundo. Que escuchen más y que sepan guardar silencio. Que aprendan a observar, a preguntar con humildad y a sostener con firmeza.
Y que entiendan que el verdadero valor de esta profesión no está en lo que se ve, sino en lo que se transmite.

También les diría que está bien no saberlo todo al principio. Que el criterio se forma con la experiencia, que la confianza llega después del miedo y que los errores no son un fracaso, sino parte del camino.
Pero, sobre todo, que no se olviden nunca de sí mismas. Que se rodeen de compañeras que sumen, no que resten. Que respeten su tiempo, sus precios y sus descansos. Porque cuidar a los demás no puede hacerse desde el agotamiento ni desde el miedo.

Esta profesión es preciosa. Pero no es mágica. No se construye solo con cremas ni con títulos, sino con formación, ética y mucha, mucha constancia. Y cuando se ejerce con empatía, tiene el poder de cambiar muchas cosas.
Empezando por una misma.

Ser esteticista es mucho más que una profesión.
Es una forma de cuidar, de acompañar y de devolver bienestar.
Como expresó Pilar Gaudí de Nina Merli, “esto es estética”: una vocación que no se mide en servicios, sino en emociones, y que convierte cada gesto en una forma de arte y humanidad.

 

 

Pilar Ramos Ortiz

Pilar Ramos Ortiz

Publicado 03º nov. 2025

Comunicación & Social Media Manager en Professional Beauty España

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